martes, 15 de octubre de 2013

EL RECUERDO DE “YETROX”


EL RECUERDO DE “YETROX”, GUSTAVO CABARROU

Por Julián Axat

Recuerdo que fue en 2006. Buscaba a Silo, o lo que quedaba de la leyenda de Mario Rodríguez Cobos, por entonces todavía vivo en Chacras de Coria, Mendoza. Necesitaba hablar con alguien que me preparara para el encuentro con el viejo Gurú a quien mi padre en su tardía adolescencia había idolatrado, al punto de recorrer punta de Vacas a pié, intentar subir la Aconcagua, el Chañie, y acampar en el valle de Yala. Gustavo Cabarrou me atendió en su casa del Camino General Belgrano, “Gonnet”, vivía al fondo del hogar materno, acobachado en una suerte de quincho fuera del tiempo, cargado de papeles y libros del pasado; enseguida me pidió que lo llamara como lo llamaban los viejos Siloístas, por su epónimo Galo: “Yetrox”.

Llegué a “Yetrox” por Ricardo “Tite” Elicabe; uno de los mejores amigos de mi padre. Ex jugador de LPRC, estudiante de Bioquímica devenido exitoso empresario farmacéutico, viejo militante también, ex Siloista. Tite y Gustavo eran cuñados. Pero si el Siloismo alguna vez los había juntado; el tiempo, el exilio y las rencillas de familia los había enfrentado. Para el caso, el recuerdo de Rodolfo “Fel” Axat era un punto breve de concordia para ambos, y yo estaba como mensajero de esa brevedad.

Mis encuentros en el quincho de camino General Belgrano consistieron en largas conversaciones sobre el mensaje de Silo, mientras Gustavo “Yetrox jaspeaba en un largo tic pulmonar, y un viejo perro ovejero alemán no se movía de sus pies. Entre mate y mate hablábamos sobre el trabajo espiritual en los 70, de la cabaña de Yala Jujuy; de la ascensión al Volcán Chañie, del alucinado proyecto “Lemuria”. Gustavo hizo un análisis de “El Monte Análogo” de René Daumal. Vimos fotos y escuché anécdotas sobre el trabajo de Kronos en La Plata para fines de 60; mucho antes de que la Triple A matara a dos compañeros Siloistas en 7 y 39. Poco después Yetrox cayó preso, y en 1975 se le dio la opción de exilio. Eligió Francia. Se volvió a casar, vivió en lugares donde su obsesión era llevar el mensaje de Silo. Volvió a la Argentina a fines de los 80. Me contó de su hija Antares, una niña de 15 años con quien prácticamente no tenía contacto pero que vivía en La Plata. El resto era el Partido Humanista, su intento fallido de ser concejal; su vida monástica y solitaria en la casa de Gonnet.

Tiempo después “Yetrox” me llamó varias veces; algunas para pedirme prestado dinero, otras para que le recomendara abogados. Cuando le avisé que viajaba a Mendoza a entrevistar a Silo, me pidió que le llevara una obra de teatro de su autoría, me dijo “Mario va a saber muy bien quién se lo manda y de qué trata”. Así lo hice y el propio Silo me recordaría que “Yetrox” (nunca usó su nombre verdadero) era un militante de la causa como pocos.

Cuando volví de Mendoza lo perdí de vista por varios meses, quería contarle cómo me había ido. Intercambiamos algunos mails, me envió pequeños textos que escribía: reescrituras siloistas, fragmentos de pensamientos “alados” (así decía), algunos con algo de destello literario. Un día recibí un llamado de Uspallata, era Yetrox que se había alquilado una cabaña “al fin, al pié de la Aconcagua y cerca de Silo” me dijo emocionado; y sentí que el tic de jaspear era como que se le había ido a la par del sueño de su vida. Recuerdo que esa vez hablamos bastante, me contó que se había comprado una camioneta 4x4 y que probaba como chofer para turistas extranjeros “de preferencia franceses y Siloistas”.

Una tarde de 2008 me llamó por teléfono, y me dijo que estaba internado acá mismo, en IPENSA, por una intervención cardiovascular nada grave. Me pidió que lo vaya a ver, que quería hablar conmigo de algo importante. Lo encontré en una cama de tercer piso sonriente departiendo con otro “humanista” a quien me presentó. Me dijo que se había vuelto de urgencia con la camioneta 4x4, y que le habían echo un cateterismo por la presión y que las alturas lo tenían a mal traer. Pero que en un par de días le daban el alta y se iba para Uspallata a seguir con la vida de Siloista, “la que le hubiera gustado a tu viejo” y se reía como un nene desde la cama, repleto de cables.

Esa fue la última vez que ví a “Yetrox”. A los pocos días leí la noticia de su fallecimiento en el diario “El Dia”. Un temblor me sacudió. Entonces me dí cuenta que el llamado había sido su despedida, “el tramite” como escribió poco antes de morir.

Dejo aquí algunos textos que conservo de Yetrox: click aquí



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