miércoles, 22 de enero de 2014

Escribir poesía después de Juan Gelman

Nota publicada en Página 12. Por Julián Axat

La muerte de Juan Gelman provoca evocaciones de todo tipo, se escriben poemas, recordatorios, memorias, hasta epitafios. Se percibe, de pronto, una suerte de “Gelmanía” en todas las redes sociales, hasta los que salen a la compra desaforada de sus obras completas (algo bienvenido, desde ya) y que no se les daba por la poesía. Nadie quiere quedarse atrás, ni siquiera los poetas de la llamada generación del 90 (Casas, Cucurto, Gambarotta y cia), embarcados bajo cierta tendencia materialista, decadente y pop, denostaron su poesía; sin embargo ahora –muchos diarios los convocaron a opinar- refieren haberse sentido influenciados por el poeta que se fue. La confesión de los poetas de los 90, es casi una autoincriminación dialéctica, pues la negación se ha tornado en afirmación.

No tiene sentido iniciar ahora una polémica sobre las herencias y legados con los poetas noventistas que fueron ungidos por el campo literario en la etapa neoliberal y ahora están en liquidación; si en todo caso reconocer que con la muerte de Gelman la poesía argentina ha quedado huérfana, tronchada, en estado de transito, reescritura o pase generacional al vacío, o duda hamletiana existencial.

Quizás este proceso en estos últimos treinta y cinco años tenga que ver con los legados de Néstor Perlongher, Joaquín Gianuzzi y Leonidas Lamborghini y -ahora- con Juan Gelman. Poetas que transfieren su cuerpo y escritura (poeta y poema son lo mismo al decir de A. Rimbaud), un mensaje a un tiempo por venir: la palabra justa. Y aquí aparece el dilema de las influencias que, al decir de Harold Bloom, es dilema de los fantasmas, es decir los epígonos en la poesía bailando alrededor de las nuevas generaciones de poetas que están escribiendo en argentina desde 2001 para acá.

De estos cuatro poetas que he mencionado más arriba, Juan Gelman quizás haya logrado ser poeta mayor. Es decir “P”oeta. Aparece la cuestión de lo oficial, lo estatal, los galardones, los honores y la nacionalidad. Más allá de las diferencias entre sí, ocurre con Ernesto Cardenal, ocurrió con Pablo Neruda y Octavio Paz. La coagulación estético, política, social, histórica hicieron de la figura de Juan Gelman un embajador de los versos; algo de lo que Jorge Luis Borges ha sido para nuestra narrativa. La muerte de Juan Gelman consagra una figura que ya es antes y después. Al fin y al cabo, la polémica con Oscar del Barco (un duelo de poetas fallido por decisión del propio Gelman en el exilio) no opaca el proceso de construcción-consagración del cuerpo escritura Juan Gelman.        

La poesía argentina es epigonal, no cabe duda (siempre tiene un padre o un abuelo para reescribir o contra el que escribir). Los epígonos de Gelman sobran, los nietos lo buscan, los hijos lo admiran, aquellos que lo negaron ahora lo afirman. El problema ya no es escribir “cómo”, el problema es “ser o no”; y a partir de ahora, escribir poesía después de Juan Gelman.

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